Gira a Monserrat – Coronado

Nos habían dicho que allí se veía muchas aves, así que, aunque no es un parque nacional , este sábado 12 de setiembre 2009, salimos para Monserrat de Coronado. Fuimos Paula y Mónica Álvarez, Adrián Damaceno y mi persona, Rose Marie Menacho.

Al parecer, la ruta a Cascajal y a Monserrat es muy popular para el ciclismo recreativo, pues vimos a varios de estos deportistas subir la montaña. Poco a poco el camino se hace más angosto y aumenta la cantidad de araceas y de sombrillas de pobre, así como la humedad.

En la primera parada que hicimos había un mirador con una linda vista al bosque y nubes, pero las aves se encontraban en la vegetación del paredón, al otro lado del camino. Allí vimos a Chlorospingus pileatus, a Myoborus torquatus, a Contopus sp, a Mitrephanes phaeocercus y a Picoides villosus.

El sitio es muy pintoresco, y para no perder la costumbre pasamos a desayunar a una pequeña soda a mano izquierda. Adrián nos contaba que allí llegaban muchas aves, y la verdad es que fue muy dificil concentrarse en el gallo de queso o de papa, mientras continuamente aparecían aves interesantes. Allí vimos, a muy corta distancia, un pequeño pinchaflor, que al principio confundí con Acanthidops bairdii, pero luego tuve que aceptar que era más probablemente Diglossa plumbea, sobretodo porque vimos varios ejemplares con el ganchito en el pico.

Aquí está la foto del gallo de papa y debo decir que el de queso estaba buenísimo también.

Y bien, seguimos viendo aves y medio comiendo. Cerca se perchó un Lampornis calolaema macho, que distinguimos gracias a su repetidos movimientos de cabeza. Otros fueron Atlapetes gutturalis, Pselliophorus tibiales (tuvimos que repetir varias veces el nombre para olvidar su apodo «el de los calzones amarillos»). Lysurus crassirostris, Chlorospingus ophtalmicus, Chlorospingus pileatus y varios Tangara dowii.  Adrián vio un nido de Tangara dowii en un pequeño árbol al frente de la soda.

Como se comprenderá, la soda está ubicada estratégicamente en medio de muchos arbustos con flor y fruto, y además hay una especie de balcón por donde se puede ver a muchas aves.

Seguimos adelante, parando siempre varias veces en el camino. En una de esas fuimos a la catarata Tortuga. Esa parte estuvo bastante peligrosa, ya que había que trepar una roca como de dos metros. Además, las rocas estaban muy resbalosas. Pero, gracias a Dios, la única herida fui yo, pues resbalé y me dí un sentonazo contra una roca, pero no pasó nada más allá del susto. En la cascada vimos a Doryfera ludoviciae, que podríamos decir, fue el premio a nuestro esfuerzo, pero además la catarata es muy linda.

En otro punto del camino, vimos a varios Turdus plebejus, alejandose del carro, pero también otras aves interesantes, como el jilguero Myadestes melanops, perchado en un árbol en medio de un potrero. Margarornis rubiginosus, otros Chlorospingus ophtalmicus (son muy comunes), a Myioborus torquatus y a Atlapetes gutturalis, escondiéndose entre los helechos, junto a Zonotrichia capensis. Aquí puedo decir que la mayoría de las aves que vimos viajaban en bandandas mixtas, entre las cuales predominaban los Chlorospingus.

El asfalto se terminó y seguimos sobre el lastre. La calle es tan estrecha que un carro que nos dió paso cuando ibamos de regreso, se metió al caño y bueno, por suerte era un Toyota, así que el conductor salió sin problemas aún arrastrando el carro contra el paredón.

Luego siguió el barro. Mis acompañantes se bajaron para disminuir el peso y mi carrito pudo lucirse al avanzar en el barro sin quedar pegado. ¡Para eso son! Y llegamos al final del camino. La vegetación que hay allí es bosque secundario: muchos árboles de diámetro pequeño y mediano, pero no muy altos. Eso sí, tienen mucho musgo y hay muchos Araceas.

Otra característica del sitio es el silencio, al que por lo menos yo, no estaba acostumbrada. En este sector, vimos muchas aves, la mayoría de ellas en bandada mixta:  Mniotilta varia, Parula gutturalis, Poliptila plumbea (aún me resulta dificil de creer que esté allí), Basileuterus melanogenys, Pachyramphus versicolor,  Vireo carmioli, Cyclarhis gujanensis (lo oímos), Catharus gracilirostris, Mitrephanes phaeocercus, Pselliophorus tibialis, Semnornis frantzii, Picoides villosus, Pseudocolaptes lawrencii, Cranioleuca erythrops y ya casi al final a Troglodytes ochraceus. También había posibles Chlorophonia callophrys.

Al final del sendero hay un potrero y en él varias vacas lecheras.Al otro lado de la montaña una puede darse cuenta de que poco a poco el bosque se está regenerando. ¿Cuanto tardará en reestablecerse un potrero abandonado?

Al parecer el sitio cuenta con protección, aunque su mejor defensa es justamente el mal camino. Pero la condición del bosque secundario podría hacer que algunas personas subestimen el valor de este sitio.

Regresamos un poco rápido, pues ya era algo tarde. Así que no pajareamos demasiado, aunque en algún momento, otra vez las aves nos llamaron la atención.

Más abajo, compramos queso (también venden natilla) y regresamos a  Coronado y San José. Vale decir, que da un poco de pena hacerlo, pero es un consuelo que este sitio no esté tan lejos.

Aquí estamos Adrián, Paula y yo en la soda de los gallos y las aves. Gracias  a Paula y a Mónica por las fotos y a Adrián por servirnos de guía en este sitio.